La justicia francesa declaró culpable y condenó a 28 años de cárcel a Nicolás Zepeda por el asesinato y desaparición de la japonesa Narumi Kurosaki, en diciembre de 2016.

En concreto, el tribunal de Besanzón determinó que el chileno voluntariamente mató a su expolola y que diseñó su muerte.

El jurado estuvo compuesto por tres magistrados, seis civiles y el juicio se extendió por dos semanas.

Zepeda ingresó para escuchar el veredicto vistiendo una camisa celeste y una corbata oscura. Sus padres eran parte de la abarrotada sala.

Al oír la resolución la madre de Narumi, Taeko Kurosaki, sacó y acarició un retrato de su hija a la cual todavía no puede enterrar, porque Zepeda se deshizo del cuerpo.

Taeko viajó a Francia junto a su otra hija para participar de las audiencias, pero no lograron su objetivo real: que Zepeda confesara y dijera dónde estaba el cuerpo.

Aquello porque la familia todavía quiere sepultar el cuerpo de Narumi en línea con las tradiciones niponas.

Sin embargo, según L’Est Républicain y las creencias de ese país, ahora Narumi vivirá por siempre en una trampa, encarcelada.

Hasta esta misma jornada el chileno insistió en su inocencia, aunque las pruebas en su contra pesaron más.

Por ejemplo, el hecho que viajó de Chile a Francia justo a la ciudad en la cual la japonesa había decidido asentarse para estudiar francés.

Sumado a eso, una noche estudiantes escucharon gritos desde el dormitorio de Narumi, tras lo cual se le perdió el rastro.

En ese periodo las autoridades francesas finalmente comprobaron que el chileno compró cinco litros de bencina, fósforos, arrendó un auto que devolvió sucio, lleno de barro, y que anduvo en zonas boscosas.

De acuerdo a la hipótesis de la Fiscalía, Zepeda habría lanzado los restos de la víctima a las aguas del río Doubs, por lo cual estos habrían terminado aguas abajo de la presa de Crissey.